Este domingo pensaba ir a la playa con unos amigos
nuevos, a darme una vueltita por un lugar que antes del terremoto del 2010
solía estar el Club Med, donde se servían cócteles en copas elegantes y todo
eso, pero hoy no va nadie porque solo hay ruinas y escombros.
Pero amaneció lloviendo y entonces me llevan a hacer
un tour por Puerto Príncipe, en donde el terremoto afectó bastante más las
construcciones que en el círculo en donde me muevo cotidianamente.
El Palacio Nacional. Ahora hay gallinas adentro |
Fuimos bajando y a medida que nos acercamos a destino,
el aire se hace más pesado, el calor es más intenso. Entre lo alto de la
montaña y allá abajo, debe haber una diferencia de unos 10 grados. Entramos a la zona menos residencial hasta
llegar a lo que fue el Palacio Nacional, (o sea, la Casa Rosada de Haití) que
está destruido pero como partido al medio.
Ministerio de Economía |
Parece que una bomba hubiera caído y
reventado solo una parte. Bajo del auto y camino en dirección del edificio y
veo lo que otrora fue el Ministerio de Economía: son unas paredes con rastros
de llamas voraces en lo que queda en pie.
Frente al Palacio Nacional |
Tomo una foto y se me acercan
chiquitos varios con la mano tendida y me gritan “hey, you!” Para mí es una
ofensa que me hablen en inglés, pero pienso que para ellos debe ser una ofensa
que yo sea blanca y ande sacando fotos a las desgracias que los acompañan en
permanencia. Miro mejor, y son una desesperación nos preguntan “¿pero cuánto
quieren pagar? Díganme, yo se los vendo”. Y es difícil explicar que si eso vale
su trabajo no queremos pagar menos pero que no queremos tampoco gastar eso. Se
acercan más vendedores, muchos óleos hechos en serie, y se arremolinan. Niños
que te dicen “hey, you!”, y curiosos que simplemente vienen al remolino. Es que
enfrente al palacio desarmado hay un campamento, un asentamiento de carpas y
ahora las veo de cerca. Entonces un auto de la policía se detiene para
asegurarse de que no nos estén robando o algo así.
Tratamos de volver al auto
para continuar y una cola de chiquitos nos sigue, otros nos ven pasar y nos
saludan. Y por primera vez oigo “le blanc!” (“el blanco”), es la voz
inconfundible muchos los nenes que se van acercando. Todos piden “one dollar,
one dollar”. Quieren algo.
Vamos llegando al
área que rodea el Palacio y se acercan a vendernos diversas cosas:
pinturas haitianas, tallas en madera, unas carteras muy coloridas hechas a
partir de envoltorio de fideos y cuestan 25 dólares cada una que nos encantan
pero nos parece que no podemos pagar eso y entonces en para llamarme a mí. El
“hey, you” que hacía un rato me molestaba, ahora me parecía mucho mejor.
Calles de Puerto Principe |
¡Le blanc! ¡Soy le blanc! Y peor aún: soy le
blanc-hey you. Se nos acerca una viejita y nos pide también. Se señala la panza
y nos hace gestos y entendemos claramente que tiene hambre. Se levanta la
camisa para mostrarnos mejor, tiene una pancita arrugada y cóncava y un gesto
de dolor. Le damos unas barritas de cereal y dice “agua”. No sé qué hacer.
Viviendas inhabitables habitadas |
Damos vueltas y nos internamos cada vez más en lo más
arruinado de la ciudad y no por eso desanimado. La gente ocupa los lugares que
no se pueden ocupar por peligro de derrumbe, y veo construcciones que han
medianamente soportado el tremendo terremoto y parecen de la Louisiana del
1800. Es como una película del Missisipi y los esclavos. Y alterna con
construcciones “bombardeadas”. Y toneladas de basura. Todo sucio, mugriento. Y
vamos más allá, donde nadie quiere ir, ningún le blanc, a excepción de los que
tienen carros de asalto que dicen “UN”, llegamos a Cité Soleil, la villa de
Puerto Principe. ¿Se puede vivir peor que lo que he visto? Sí, en Cité Soleil.
Es la villa miseria de un país miserable. Imaginen eso.
La Catedral de techo fantasma. Era enorme, aparentemente |
Pasamos por la catedral
y al ver las paredes en total soledad noto que me recuerda a algo, me parecen
las fotos que mis viejos tomaron cuando fueron al Líbano en el 80, cuando se
encontraba en guerra (bah, qué aclaración absurda). En esas paredes solitarias
y abandonadas por el techo, si se puede decir, hay gente que aprovecha esos
espacios. Hay gente por todos lados.
Claro, hay gente adentro |
Finalmente vamos al museo del panteón en donde se
encuentra el ancla de la Santa María. ¡Pero qué símbolo! Desde esa ancla empezó
todo para Haití: el exterminio de sus habitantes casi inmediatamente a la
llegada de Colón y luego la introducción de los esclavos negros y la
colonización española y la francesa y la inglesa y… todo eso.
En la puerta del museo |
Desde el ancla para acá, un desfile de perversos con
un látigo en la mano. Y lo peor que no siempre han sido Le blanc.
Llegamos al monumento esperado: Simón Bolívar en su
caballo y agradeciendo al pueblo haitiano el haber sido solidario con su lucha:
no solo pudo refugiarse aquí en 1815, sino que le dan armas, pólvora, hombres,
plata y hasta una imprenta con lo que Bolívar puede entrar en Venezuela. Todo
lleno de yuyos muy crecidos, un lugar bonito abandonado.
Y luego vuelvo a la seguridad de unos mates con agua
de bidón.
Verónica, me parece muy interesante leer tus crónicas de estadía en Haití. Aunque aún no pude discernir de qué estás trabajando alli, me parece muy valioso leer tus impresiones sobre ese país tan avanzado en su momento y profundamente golpeado durante los últimos 200 años.
ResponderEliminarConoces el PAPDA (Plataforma Haitiana para un Desarrollo Alternativo). Aquí te dejo una entrevista a un referente suyo que vino a la Argentina y dio su opinión sobre las fuerzas de ocupación y el camino de salida para Haití. Un abrazo.
http://tiempo.elargentino.com/notas/haiti-necesita-otro-tipo-de-ayuda