miércoles, 28 de septiembre de 2011

10.- La gallina y la denuncia

Estaba sentada en el sillón, tratando de conectarme a internet y sin lograrlo. Sabía que no iba a poder, porque el dueño de Casa (el inefable Thompson) me había mostrado que el cable que alimenta mi modem había sido cortado por impericia del electricista. De todos modos trataba, esperando algo mágico que hubiera traído la reparación en el transcurso de la madrugada. Y nada sucedía. Entonces con unos mates me dispuse a bajar las fotos que había tomado el día anterior, un día de tedio en la oficina, cuyo acontecer más “interesante” fue un camión de la MINUSTAH parado debajo de mi balcón.
En ese momento apareció ella: una gallina colorada se metió por la puerta-ventana del comedor de casa y empezó a caminar en mi dirección un par de pasos (que traducido en centímetros debieron ser unos 20) cuando se percató de mi presencia. Con una indignación clásica de una gallina empezó a cacarear (¿se puede decir a los gritos?). Me quedé paralizada por un momento, sorprendida, intentando salir del ensimismamiento de mi tarea y se me ocurrió sacarle una foto. ¡Para qué!... se subió a la mesada, la pileta, y cacareaba tan fuerte (debería ser una gallina estelar y pensó que yo era un paparazzi). Insultaba en un lenguaje incomprensible, quiero decir, yo no entendía por qué esta ave estaba en ese estado, al fin y al cabo ¡solo estaba sacando una foto… y en mi casa! Por un momento pensé que alguien iba a poner una denuncia en contra mío por malos tratos, tal era el escándalo del gallináceo.
No se puede ver el escándalo pero sí la desfachatez
Y me di cuenta, rápidamente porque soy muy viva, que eso no era posible por unas sencillas razones, a saber:
Para empezar, no creo que haya un lugar en donde poner una queja de ese tenor, ya que no existen instancias para los humanos que quieren denunciar, por poner el caso, una violación o abuso. Algunas ONG tienen, dentro de sus campañas en otros aspectos de la salud, un espacio para víctimas de abuso. Se reparten folletos por promotores de salud (haitianos voluntarios) que les cuentan qué dice ya que la mayoría no sabe leer y qué hacer en caso de. Deben acudir a una de estas salitas y pronunciar la “palabra clave” y con esto solo, la víctima es conducida a especialistas que le brindarán el apoyo correspondiente, incluido el legal y el sanitario. La palabra clave, en créole es “mwe fi” (mujer). ¡qué sintomático! Es fácil deducir que los abusos son permanentes y hacia las mujeres.
Otra razón sería que no hay un registro civil para las personas. Bueno, sí lo hay, pero es pago. O sea que para anotar el nacimiento de un niño hay que pagar, por lo cual, la inmensa mayoría decide no anotar a sus hijos, y así no tienen derecho a un nombre legal y registrado. (¿Entonces, existe o no existe el registro civil?)
También pensé que la tasa de mortalidad infantil es del 57 por mil (exorbitante) basado en cifras oficiales, o sea que ha de ser mucho mayor.
Y además, cerca del 50% de la población es analfabeta, lo que complicaría las cosas al momento del papeleo.
Así que me decidí a empuñar la escoba (agarrarla con la mano me pareció una hazaña inútil. Nunca había visto un animal tan feroz y harisco. Y eso que he visto muchas de éstas) y la ayudé a volver al balcón, no sin dejarme la cocina hecha una  porquería.
Y se fue. Balcón abajo, varios pisos.
El individuo (o individua) antes del vuelo suicida. Se marcha indignada.

domingo, 25 de septiembre de 2011

09.- La Graduación

Hoy asisití a una colación de fin de curso de una chica haitiana.
Fabiola tiene 26 años y se acaba de graduar de técnico en informática. Se puede decir que Fabiola tiene suerte de haber sido “apadrinada” toda su vida por una familia pudiente de Haití que le ha pagado todos sus estudios desde la primaria. Suerte, lo que se dice suerte, no lo sé, pero eso merecería un capítulo aparte, una larga historia personal.
Por ahora sólo me limito a la historia del día de hoy: la graduación.
El PDG o director hablando
Fuimos invitadas la mamá, la señora donde Fabiola trabaja, y yo. El acto fue en un salón, una especie de galpón, un tinglado muy arreglado para la ocasión: globos negros y violetas, arreglos florales, escenario, parlantes, etc.
Cabe resaltar que cada egresado debió mandar a hacer su ropa, con un modelo y colores especiales más una toga negra, con estola amarilla o celeste según de qué se recibieran. (traje negros de saco y pollera -o pantalón para varones- y camisa lila) Además con tocado, esa especie de media con una tabla en la cabeza, típicamente yanqui.
La cita es a  la una de la tarde, en el momento de más calor del día.
Llegamos, nos instalamos en las sillas (hay hileras de 30 sillas, sin espacio entre ellas) y esperamos. Pasa el tiempo y observo: entiendo que es un instituto religioso, que es de los caritos, y me parece entender que este es un momento muy importante para todos los que están ahí. Las mejores pilchas en todos y cada uno. Los mejores zapatos, el mejor maquillaje, las uñas más largas del mundo (incluso de los pies) todo los detalles cuidados. Las mujeres se han estirado el pelo al máximo (¿por qué será? Cuando me quiero poner “linda” me hago la planchita yo también) y lo rematan con una laca que lo deja inmóvil, como un casco. Muchas llevan pelucas y veo sólo dos con rulos o afro. Incluso hay un par de rubias. Ellos, por su parte, con trajes de 3 piezas, en su mayoría oscuros con corbatas exageradamente colorinches (“como sueño de chupado” dirían en Córdoba) pero unos cuantos con trajes color hueso, beige o incluso blancos. Zapatos al tono y todo. Hombreras, puños de las camisas doblados por encima de los sacos, cadenas gruesísimas en los cuellos… una extraordinaria demostración de clase.
Sigue pasando el tiempo, 1 y 20, 1 y media, ya son las 2 menos cuarto… no me había dado cuenta del calor que hace en Haití hasta hoy.
Finalmente se acerca al micrófono un mulato con aire de locutor (y lo es) y pide que nos pongamos de pie para entonar el himno. Afortunadamente cantan un pedacito, pero ya veo que mientras cantan se mecen de un lado a otro como un coro góspel, y todo a capela, nada de instrumentos ni grabaciones. Muy lindo.
Lamento muchísimo no haber traído para filmar, porque los sonidos (volumen fortísimo) son maravillosos.
Vuelve el mulato pide “un caluroso aplauso” y presenta lo que sigue: el coro nos va a cantar….
El coro está formado por las egresadas, las de toga con estola celeste, que se reciben de recepcionistas. Una de ellas hace un solo buenísimo y creo que si fuera a American Idol ganaría! No descifro si cantan en créole o en inglés o incluso en francés. Pero es muy lindo.
Vuelve el mulato locutor (“un caluroso aplauso…”) e introduce un solo de una de las chicas acompañado de un piano, un muchacho que le queda el instrumento muy abajo, toca de pie, pero parece tan melancólico como aquel “Sam” de Casablanca. Bárbaro. Ya son las 2 y pico, espero que esto avance más rápido.
Pero no, faltarían todavía dos horas más de un infinito suceder de presentaciones variadas, de cosas sin lógica para mi visión como por ejemplo:
Un estudiante hace un discurso de demasiados minutos explicando la etimología de la palabra Étincelle (chispa) porque así se bautizó esta generación. Imaginense: la chispa, la llama, el fuego… todos los lugares comunes.
Una danza a cargo del grupo “Sophias’s girls” que lamentablemente para nosotros y especialmente para las bailarinas, contaban con un espacio en el escenario que asemejaba un zaguán. ¡pero qué se puede hacer ahí? Bailan una música totalmente instrumental, de esa que llamaríamos de ascensor, con una cara tan seria que dudé si no estaban ahí olbigadas por alguna mafia del baile.
Y luego otro estudiante que hace un recorrido histórico del instituto, una especie de trayectoria.
Los graduados
Y vuelta al coro, y vuelta al mulato que exige a cada vez un fuerte y caluroso aplauso y ya me tiene podrida, cuando lo veo que se viene aproximando al micrófono ya lo odio, solo pensar que va a anunciar otro número y me quiero ir. “aplaudan por mí” y me digo “pero por qué no aplaudís vos, infeliz!” Y el coro de nuevo, y el mulato langa, y dale y dale…
Me enderezo un poco, porque el locutor anuncia que va a hablar el PDG (sería el gerente general porque la directora es su mujer) y tengo la tonta esperanza de que sea el cierre. Observo que el director es maquillado antes de subir al estrado porque le brilla la cara, le arreglan la corbata, las flores de su ojal, etc. Entonces me di cuenta ¡de que estábamos en vivo en la tele! ¡Sí señores! ¡horas de televisión para mostrar una graduación! Bueno, habla el director o lo que sea, y lo hace… por 15 minutos! Y le dio tiempo a pasar por todos los temas que tenía en mente, seguramente desde la última graduación. Dio cifras espeluznantes de la educación, pasó por el sueño de un país mejor, de “sus hijos”, habló de su maravillosa esposa,y terminó diciendo “quisiera hablar de una persona muy importante para mí: dios nuestro señor!”
“Un caluroso aplauso”… y otra vez el coro góspel y vuelven las Sophia’s girls, y ahora….
El mulato winner nos anuncia que quiere ceder el micrófono a una persona muy especial, es médico, cantante, actor… un capo! El padrino de la promoción. Un negro (son todos negros menos nosotras dos de las 300 personas del público) con todo el oro y la guita encima y nos habla no sólo en rima durante otros 15 minutos sino que susurra y termina las frases tan bajo que ni el micrófono de los 5000 decibeles puede alcanzarnos la palabra. ¡Y yo que pensé que todos los lugares comunes habían sido utilizados en la definición de "chispa"!
Y otra vez el coro y otra vez el mulato. Ahora nos va a cantar la esposa del pianista, un caluroso aplauso por mí… quiero irme inmediatamente. Y ahora van a cantar el juramento los egresados. En el juramento se incluyen palabras como “técnico”, “recepcionista” “dios” y “amén”.
Ahora vuelve el director (previa introducción del langa) y dice “por los poderes que me fueron concedidos, yo los declaro: GRADUADOS!” y todos se abrazan y gritan la máquina de humo hace imposible ver qué pasa en el escenario…
Ya han pasado dos horas y media y decidimos que podemos irnos sin ser vistas (mentira).
Salimos de allí con una sensación indescriptible de haber asistido a la colación más bizarra del mundo.

viernes, 23 de septiembre de 2011

08.- La pub

La “pub” es un abreviado de “publicidad”. La pub, en el mundo capitalista y consumidor es esencial para que el sistema funcione. En este mundo nuestro la conocemos muy bien. Largas carreras universitarias para formar en marketing, en comunicación, en gráfica, etc. para hacer de nosotros, los espectadores, marionetas que influenciados por una bella chica, un cabello hermoso, o incluso un bebé regordete, salgamos corriendo a comprar eso que no necesitamos.
Haití no es la excepción. Todos los medios tienen su espacio publicitario ¡y esto merece un capítulo aparte!
Si bien todavía no tengo instalada la tele, tengo ya el receptor pero sin antena de cable, con lo cual veo en una pantalla con lluvia intensa 3 canales locales. Y he podido apreciar el arte haitiano de los creativos créoles.
Llego a casa para “sacarme” el trabajo de encima y enciendo la tele para ver si me desenchufo mientras llega la hora de conectarme con los queridos por Skype o msn, me tomo unos mates o un jugo de Sudáfrica y me sorprendo. En el corte de una novela (de la India doblada en créole o en francés… ¡inenarrable!) viene el famoso espacio publicitario que dura unos 8 minutos. Y en ese lapso… ¡sólo 3 publicidades! Imagino entonces que el minuto de aire valdrá nada, y que el concepto de publicidad es bien otro que al que estoy acostumbrada: en argentina se instauran publicidades que tiene su versión larga (pongamos 40 segundos) y la corta que remite a la anterior, como una versión breve.
Me quedé estupefacta al ver entonces la publicidad de una moto (vehículo muy preciado ya que además de sortear fácilmente el tráfico también sirve de taxi) en donde se veía a dos muchachos que iban en moto… bueno, las motos estaban paradas y el fondo se movía, en realidad, con una canción en créole muy moderna, y los pibes chochos “manejando” por todos lados, incluso se ve que pasan de largo, corte de cámara y se ve a una chica que se le vuela la falda pero que mira asombrada las motos, luego vuelve la cámara a los muchachos y a su disfrute de andar en una moto tan buena, pasa el paisaje, alguien quiere robarse una de las motos, pero intrépidamente sale huyendo en el bólido, sigue y sigue recorriendo caminos, para entonces terminar la escena con uno de los muchachos que se lo ve en su cama, aparentemente soñando, que se despierta sobresaltado de pensar que todo había sido un sueño. Pero por suerte… en la misma cama, reposa “acostada” su moto, en parte tapada por su misma sábana. Nada más que agregar. Después de ver esto, ¿quién no quiere una moto de esas? Quedo pasmada.
Fueron unos 4 minutos de esa historia.
Luego vino una publicidad de un jabón para lavar la ropa. Y otra vez, las historias de una bolsa de jabón en manos de una señora haitiana, con dos otras chicas que hacen un coro detrás de ella, diciendo (supongo) que limpia más y mejor. Todo queda más blanco y creo entender que incluso la ropa del mecánico. Y así van pasando por diversos hombres que quedan mejor (uno incluso está descalzo sentado en el piso, pero que da impecable y en patas). De todos modos, cuando fui al super a buscar ese jabón, no lo encontré.
Y la tercera era la publicidad de un instituto de enseñanza de oficios e idiomas, donde se mostraban a jóvenes estudiando, en un instituto hermoso, con letreros que aparecían diciendo: “enteramente climatizado”. Y se sucedían las aulas una y otra vez, con estudiantes diferentes, pero casi todos varones. Pocos primeros planos de chicas.
Además de causarme gracia la forma de la publicidad, lo extenso de cada una de ellas, me di cuenta de una cosa: en el mundo capitalista en el que vivo las publicidades están dirigidas a las mujeres. Si hacemos el ejercicio de observar en un espacio publicitario argentino, uno cualquiera, contemos los productos que están destinados a usar por mujeres y aquellos para varones y verán que la proporción es 1/20 más o menos. Aquí todo está dirigido a los varones. Quienes consumen son los varones. La fuerza de la economía reposa sobre las mujeres que son quienes tienen siempre a cargo los hogares, especialmente porque los varones no están fijos, la madre sí. Son las mujeres que emprenden las pequeñas ventas, que se emplean en las casas ricas, que hacen de todos los oficios. Pero es el varón quien usufructúa del dinero de la casa y que el “suyo” propio, lo destina al consumismo de las publicidades.

Y también está la famosa PNT. El chivo semi encubierto.

Me tocó ver un concurso de belleza. Justo lo agarré en los momentos finales, cuando les hacían alguna pregunta a las chicas para que pudieran mostrarse hablando.
Todas estaban vestidas igual, de amarillo, con el logo rojo del auspiciante en la espalda: “spaghetti itala”. Y la pregunta era: “¿le gustan las pastas? ¿Come usted pastas?” Una de ellas respondió: “yo era muy flaca y me dijeron que tenía que comer muchos fideos!” Y la repregunta fue: “y son fáciles de preparar, ¿no es así?”. Todo esto pasaba en el salón de una casa, me parece. Y el jurado estaba compuesto por una negra, y dos hombres, uno blanco y otro negro.
Deliberaron y anunciaron la ganadora que muy emocionada, recibió el premio, algo que parecía ser un perfume o una cajita del estilo. Estaba muy contenta, no lo podía creer. Le ponen la coronita. ¡Emoción! Entonces anuncian el segundo lugar, y le dan su premio: una bolsa llena de fideos, como al resto de las participantes que tienen una cara de odio indisimulable. Y hacen hablar a la ganadora. Titubea, muchos “ehh” y finalmente, “No sé qué decir. Muchas gracias” Entonces le soplan: “¡gracias, fideos itala!” Y lo repite.

(aquí un ejemplito de publicidad sobre los pap padap que son personas que te recargan el celular en la calle, desde su propio teléfono:

jueves, 22 de septiembre de 2011

07.- Los desplazados del terremoto


Viaje al centro de la miseria reconcentrada…
Hoy fuimos a un campamento que eufemísticamente llaman de “desplazados”. Son los “desplazados por el terremoto”.
El lugar de unos 5 Km por 3, se sitúa en un valle entre dos montañas y va desde la base hasta cerca del mar, se llama Canaan y a su vez está divido en Canaan 1, 2, 3,4  y 5. Lo mismo que se ve en la plaza de Pétion-Ville, esas carpas de plástico miserables e inhumanas, se encuentran aquí. Los mismos colores, las mismas siglas que adornan las (virtuales) paredes de la toldería de acá y allá.
Igual, pero peor. Peor, porque están aún más lejos de los ojos del mundo. Y no tienen baños. Ni cloacas (¡Haití no tiene cloacas!). Ni agua. ¡No tienen agua!
El terreno fue expropiado por el Estado luego del terremoto para permitir que allí se instalaran los “desplazados” es decir el que se quedó sin vivienda. En un principio así fue, afectados directos se quedaron provisoriamente (para siempre) en el lugar. Y se fueron sumando gente que fueron afectados indirectos. Por ejemplo gente que antes del terremoto alquilaba y que al incrementarse los costos de las viviendas por la escasez no pudieron pagar más y se fueron. Y los que nunca tuvieron nada vieron la posibilidad de tener un terreno seguro y alguna chance de que una ONG les diera algo.
30.000 familias están allí, sin nada de nada. Llenos de niños, sin esperanza pero como siempre. Canáan es el festín de las ONG que tiene una especie de base importante, con casitas muy lindas para ellos en medio de semejante pobreza.
Yo fui a ver que la ONG “Un Techo Para Mi País” hubiera cumplido con lo estipulado: 200 casas de madera de un plan final de 854.
¿Qué representan 854 viviendas para una población de alrededor de 150.000 personas? ¿Qué representaría darle una casa a cada familia si no tienen agua, trabajo ni nada?
“Las casas son para dormir” me explican. Son habitáculos de 2 X 3 metros, de madera, con techo de chapa a dos aguas. Y pregunto qué hacen el resto del día. Y me explican que se ocupan en conseguir agua, comida, tratan de vivir.
Alguna ONG instaló 3 ó 4 cisternas que eran llenadas por camiones de agua. Cuando la plata del proyecto se acabó, dejaron de venir las pipas y las cisternas quedaron vacías. Algún poblador (¿son pobladores?) con un par de gurdas compró una pipa y empezó el negocio de vender el agua.
Canaan no es más que un reflejo de Haití entero, en donde se ve una pobreza difícil de imaginar, donde se palpa el saqueo internacional que sufre este país desde que fue hecho. Hecho por los españoles, los franceses, los ingleses, los yanquis. Es un juguete, un juego de prueba y error, todo puede ser experimentado aquí. Así. El FMI aconsejó sembrar arroz y luego la producción no se vendió como se esperaba, para enderezar algo la economía porque el propio Estados Unidos priorizó su producción y Haití quedó en la vía. En tiempos de Duvalier Haití exportó plasma humano. No es una metáfora, se exportó sangre de haitianos. (¿y quién era el principal comprador?)
En 1915 Estados Unidos invade Haití con el pretexto de garantizar la democracia (¿le suena?) y se quedan durante 19 años. Pero es desde el primer momento de la invasión que hacen una reforma de la constitución para beneficiar a los EE UU como socios comerciales.
El régimen de los Duvallier, padre e hijo, después de 3 décadas dejó al país en ruinas (como por ejemplo con sólo el 2% de la vegetación original) con una enorme deuda y miles de crímenes cometidos por el estado. Tantos eran los cuerpos que los cementerios no daban abasto  y entonces, Baby Doc exportó cadáveres a las universidades de Estados Unidos para estudios científicos. Es el renglón oportuno para mencionar que la Madre Teresa de Calcuta era íntima amiga de la familia Duvalier y abogó por ellos cuando se hicieron las denuncias internacionalmente. Alegó que eran gente buena, que amaban a los pobres y que los pobres los amaban a ellos. (¡Impresionante!)
En la actualidad aquí se venden niños que en otro eufemismo dan en llamar adopciones. En Canaan se vende todo: el pedazo de tierra, los girones de plástico, el agua que no es ni siquiera potable, se vende la ilusión de vivir.
Canáan, espejo de Haití.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

06.- Largo día de trabajo

Hoy mi jornada laboral fue de 12 horas. Un poco más. Más allá de la duración, de los minutos, del tiempo fuera de casa, fue el sucederse.
Tenía una entrevista con un funcionario de la MINUSTAH, había arreglado la cita el jueves, para vernos hoy lunes. Para estar allá, donde el diablo perdió el poncho, o mejor dicho donde los yanquis tienen su búnker de embajada y un poco más allá (al lado) tuve que salir de mi casa a las 8:30. Las colinas, el tráfico, la pobreza de los caminos hace que para todo uno tenga que salir con mucha anticipación. Y allí voy, en la 4X4 con chofer, ya eso es un horror. Y vamos pasando por los caminos, yo voy filmando con la camarita y me da vergüenza grabar la pobreza de esa gente que no puede ni esconderse. Entonces paro un poco. De repente vamos por el medio de dos montañas con casitas construidas en las laderas, como una pintura, un cuadro de casitas en las laderas. Y entre eso y mi cámara se interponen permanentemente las imágenes más crueles de la pobreza, la indigencia, la injusticia. Avanzamos y pasamos por la casa del presidente; un caserón amurallado con militares en la puerta. Una mansión impresionante, especialmente en contraste con las carpas de plástico y todo esa mayor parte de Haití. Pregunto si es el equivalente a la Quinta de Olivos, la casa de los presidentes argentinos, y me dicen que no, que esta es su casa particular, no la que le proporciona el estado. Y pasan los carteles de propaganda oficialista en donde se ve al presidente abrazado a una viejita negra canosa, sin dientes (debe vivir en una de las carpas). Ella apoya la cabeza en el pecho del presidente de dientes perfectos y pelada lustrosa, la oreja en la corbata púrpura que combina con el traje gris casi plateado. En creole dice “Viktwa” o sea, victoria. Seguimos adentrándonos, pasando por caminos tan enroscados que parece mentira que estén hechos para autos, en gran parte asfaltado y en mayor, agujereados.
Pasamos por un cementerio que está tan bien cuidado que me pregunto cómo puede ser que los muertos tengan casas y los vivos no. Este es el país de los zombis y se me ocurre que la manera de vivir bien es estando muerto (véase la película “amores de un zombi candidato a presidente” del realizador haitiano Arnold Antonin). Más lejos. Más lejos, empezamos a ver muchos vehículos blancos con las letras “UN” en negro. Nos acercamos a destino. Llegamos al lugar y la persona que me citó no estaba. Me voy frustrada pero volveré en un rato, a las 14, para lo que tendré que salir como a las 13. Ya son las 10 y media… bah, voy y vengo. De todos modos no hubiera podido entrar porque no llevaba mi pasaporte. Vuelvo lo agarro, salgo corriendo otra vez y todo el caminito de vuelta, parece que nada se ha movido: los mismos muchachos sentados en cuclillas agarrándose la cabeza, el codo colgando sin fuerza; las mismas cabras balantes, los mismos plásticos flotando en lugar de techos verdaderos, la misma opulencia de los que tienen mucho dinero. Y lleno de soldados de la ONU, ¿qué hacen acá? ¿Por qué hay soldados? ¿Por qué están tan armados? ¿Por qué van de fajina? ¿Por qué tantos? ¿Por qué tropas de todo el mundo? ¿Pero cuántos serán? Los haitianos los odian, los culpan de masacres, malos tratos y en especial de la epidemia de cólera que se dificulta muchísimo erradicar y que ya se ha cobrado miles de vidas.
En fin, a las 14 tampoco tuve suerte, no sé qué ha pasado y me voy con un signo de pregunta en la cabeza. Al llegar a la oficina me explican que ese ha sido un desatino diplomático… no de mi parte, por supuesto, el dejarme plantada.
Pasan un par de horas, mando unos mails, acomodo papeles, llega el momento de irse, son como las 7 y me doy cuenta que no he comido, que tengo un hambre de locos. Pero al salir se larga una lluvia de las que estoy esperando desde que aterricé, ¡pero no en este momento! Ríos bajan por los cordones de la calle, tardamos media hora en hacer 4 cuadras y en total una hora y media hasta llegar a prepararme algo de comer. (¿Cómo estarán los techos de plástico, las paredes, las “casas”, los niños, las personas todas?)
Escribo y miro mails. Recibo fotos de mi gato adorado, que extraño y que espero no esté muy triste. Y casi siento culpa del pensamiento…

05.- Los culos negros

Es bien conocido por todos que los culos de los negros son una cosa a comentar.
Me he puesto a observar, dada la cantidad de personas negras que puedo ver estando en Haití, algunos detalles de esta partes de los cuerpos. Primero, decir que los cuerpos haitianos son delgados y esbeltos, en general son relativamente altos (me da la impresión que miden más del 1,65 m). Las mujeres son de una belleza envidiable, cuellos largos, troncos estrechos y piernas como el obelisco. Los varones parecen ser de otra etnia, son más toscos, menos gráciles y mucho menos arreglados. Pero esas nalgas….
Seguramente la genética tiene una buena cuota de responsabilidad. Generosos músculos glúteos mayor, mediano y menor ciertamente están presentes. Pero mirando y mirando, se ve que también es una cuestión de postura: caminan derechos, muy recto el torso al grado que les pone en una postura como de sacar pecho, los hombros un poco para atrás, (lo que hace que ellas caminen como gacelas), recto, recto hasta llegar a las lumbares donde se produce un quiebre espectacular (nada tiene que ver la terminación de la palabra) de toda la zona sacra hacia atrás. No hay haitianos jorobados, claro que tampoco hay haitianos viejos, ¡la esperanza de vida no supera los 62 años!
Todo esto tiene que ver, estoy segura, con los bultos que llevan en sus cabezas desde hace cientos de generaciones o desde toda la historia. Inmensas bolsas de lona cargadas con cualquier cosa: pan, papas, bananas, zapatos, carbón, lo que sea. Y así hacen kilómetros por esos caminos que además son tan empinados que si no se tienen esos glúteos no se pueden subir ni bajar.

04.- Rutina

Cada mañana despierto con la intensión de que las cosas funcionen más o menos normalmente, como establecer una rutina similar a la que tengo en Buenos Aires. Para eso puse el despertador (el celular, en verdad) a las 8, sabiendo que me voy a despertar sola una hora antes para tomarme la T4 y seguir un rato hasta que suene la alarma. Pero, me despierta la voz del dueño de casa que me grita por la ventana “Véronique! Véronique! Tu es là?" Grito desde el fondo “oui, une minute. J’arrive!” Simplemente quiere ver que no me haga falta nada, que todo está en orden. Se disculpa de verme con la cara de almohada y se va…
Entonces pruebo si hay agua caliente en el lavabo del baño. Abro La canilla que tiene la letra H (“hot”) y pruebo: sale caliente. Intento lavarme la cara y está hirviendo. Quiero mezclarla con la fría (la que tiene la “C” de “cold”) pero, no tengo suerte, también tiene agua a 95°C. Bueno, no importa. Dentro de un rato, después de los mates, me ducho.
Hago 3 tostadas, pongo agua en la tetera (símil pava), saco el dulce de moras “bonne maman” y la manteca. Pienso: esto no es normal. Nunca me hago tostadas y lamentablemente no consigo mermelada francesa y ni siquiera de moras. Tampoco tomo un vaso de jugo de Sudáfrica (guayaba, maracuyá o naranja). Mientras se calienta el agua (de bidón, no me vaya a dar cólera) y el pan está en el comal, busco en la radio alguna emisión que no sea RFI, alguna local que me cuente qué está pasando. Las AM se oyen mal entonces me aboco a las FM. Empiezo desde la derecha y me quedo simplemente en las que se sintoniza bien. Salteo las que tienen música y me quedo en las que hablan. Algunas hablan mezclado créole y francés y no entiendo nada, sigo de largo. Me detengo en las que entiendo más, y a esas las marco. Pegué una tela adhesiva en el dial y voy marcando las que a esa hora, antes de las 8 tienen informativos locales. Me canso un poco y cambio, me detengo en las publicidades. “vouz avé des pwoblem pouw faiw la pipi? Vou avé des pwoblem do pwostate? Pwoblem d’impuissance sexuelle? Venez à la Clinique…”  (tiene problemas para hacer pipí? Tiene problemas de próstata? Problemas de impotencia sexual? Venga a la Clínica…) todo a los gritos, alternando voz de mujer y varón con una cortina de fondo que me parece más bien para un informativo. Me causa gracia. Especialmente lo de “la pipi”. Cambio. Una tiene música clásica. Me quedo un rato. Finalmente vuelvo a las informaciones locales para irme a bañar.
Entro a la ducha, abro la canilla “H” y sale fría…. Miro el termotanque (uno pequeño eléctrico que está en las puertitas debajo del lavabo, de dos galones que a mí me alcanzarán perfectamente, todos saben que me baño en tiempo récord) y creo entender que funciona. Insisto, pero el agua sale fría. Me baño con agua fría. Imagino que los alaridos se oirán desde lejos, pero me parece que así uno sufre menos.
Luego busco al solícito Max, que siempre me pregunta si todo está bien, porque como este departamento está a estrenar, soy el conejillo de indias. Le explico lo que pasa con el agua de la ducha y pasa a constatar los hechos. Prueba con la “H” y efectivamente sale fría. Prueba con la “C” y sale calentita. Y me explica que seguramente han invertido las convenciones de Caliente a la izquierda porque vieron que la “C” correspondería seguramente a “Chaud”. Pienso que mañana me voy a bañar con agua tibia y me alivio. Pero mañana, la “C” no tenía agua caliente. Ni la “H”. Y estaba más fría que ayer. “Max, el agua” “es que hoy no había electricidad bien temprano”. Pienso que al día siguiente será el bueno.
Ahora, cambio el dial de nuevo para volver a la realidad local, no a la música de reyes (aunque aquí están tan presentes) y voy a una de las marcas de radios locales y Aznavour me canta y me encanta. Soy mersa, lo acepto. Viene una seguidilla de franceses que me gustan, “de mi época”.
Me preparo, doy vueltas, ordeno, barro, me fijo si hay internet (no hay).
Pronto vendrá la camioneta que me lleve a la oficina, que no está en Puerto Príncipe como había entendido, sigue siendo Pétion-ville, como acá arriba de la montaña. Puerto Príncipe es la zona del aeropuerto, la que está destruida.
Y entonces, tomamos el camino único que hay, que va lleno de autos,  uno atrás del otro, una fila interminable y continua. Una serpiente metálica de eslabones independientes pero inseparables por ahora. Un tap tap se detiene para subir o bajar un pasajero. Todo se para, la víbora es segmentada pero pronto al reanudarse la marcha, volvemos a ser una sola cosa. Hasta que algún coche se descompone, y no se mueven ni un centímetro más. Donde paró, ahí queda. Prenden balizas, si les funcionan, y ponen una rama atrás, a modo de cono o esos triángulos luminosos.
Me imagino la vista desde un helicóptero y me figuro que se verá como ciertos gusanos al microscopio. Recuerdo en particular uno que en la facultad nos enseñaban a reconocer por la segmentación que presentaba, y así me imagino este inmenso gusano metálico eslabonado que se mueve mitad para arriba, mitad para abajo. Y si lo miramos de más arriba, será como un vaso sanguíneo, con flujo hacia un lado y hacia el otro (¿cuál lleva la sangre oxigenada y cuál la saturada de CO2?)
Finalmente desembocamos en la plaza principal, no sé si hay otra, pero que es un gran campamento de “deplacés” por el terremoto. Una villa improvisada provisoria definitiva. Carpas de plástico, muchos con el sello de quien donó el material (ONU, por ejemplo o UNICEF).  Se ve la ropa colgada, signo indiscutible de que ahí viven desde hace un tiempo. Hay sillones, mesas que se ven recuperados de sus antiguas viviendas y que dentro de las carpas no tienen lugar. Cocinas o fuegos improvisados a modo de cocinas. Niños mocosos, baldes de agua, botellas, juguetes, ollas, zapatos. Todo a la vista.
Doblamos en una de las calles y toda la cuadra, de las dos veredas, está lleno de cuadros, pinturas de todos los tamaños y típicamente haitianas. Se ve al hombre que pinta, produce y produce, un cuadro atrás del otro. Calculo que debe haber unas 200 telas expuestas.
 Y así  llego a la oficina.

03.- Los sonidos de Port-au-Prince

En Puerto Príncipe hay sonidos muy distintos de los de Buenos Aires. Y hay sonidos de día, y sonidos de noche.
Muchos son los pájaros que se diferencian, mezclados con cabras y vacas. Sonidos lastimeros de un mugido doloroso. Y voces incomprensibles del créole, una lengua antigua como la injusticia de los negros traídos como esclavos, que se contaminó de las palabras modernas (o no tanto) del francés. Téléphone, télévision, internet… Este idioma parece haber erradicado las r y en su lugar puso una “w”. Así las palabras que empiezo a adivinar quedan, por ejemplo de la siguiente manera: “Bonyuw. Comá avé vu dowmi oyuwduí? Vu twuvé yolí Aiyiti? Vu pwené le bus?” Etc. Y esto se acompaña de una simplificación del francés que empeora el entendimiento! Pero por ahora me divierte. Escucho la radio para entrenar el oído. Y ¡eso! ¡El sonido de la radio! A todas las estaciones, las podríamos dividir en 3 grupos: el que hablan en un bastante buen y entendible francés, las que pasan música variada y las que hablan en créole. A su vez, las que hablan las hay de 3 tipos: las que son un lamento en seco, con el locutor (casi siempre varón) gritando alguna denuncia,  opinando con fervor sobre alguna injusticia con un tono severo de protesta; las que hablan de religión (se pescan palabras que evidencian que de esto se trata) y las amigables, que comentan en tono de relato, simplemente. Pasando por las diversas estaciones me enteré del accidente en Flores, ayer, de un colectivo y dos trenes. ¿No es increíble?
Existen unas lagartijas que no deben medir más de una palma, de color beige, panza blanca y ojitos muy negros (¿puede ser algo muy negro? ¿O negro es de una sola intensidad?) que emiten un sonido fortísimo, una especie de silbido que distrae la conversación y llama la atención.
También están las gallinas que andan sueltas por todas partes cacareando y haciendo al sonido de este lugar.
En esta época no se pueden obviar los truenos que amenazan, casi siempre promesas incumplidas, con una poderosa lluvia. Y luego el caer del agua.
La bocina de los autos es un medio de comunicación desaforado. Hay muchísimos coches en Port-au-Prince. Demasiados. Daría la impresión que hay más autos que gente. Y no hay lugar para todos. Especialmente para estacionarse. Entonces paran en cualquier lugar y viene el consabido apretón de la bocina. Un ruido intenso, brillante y laaaaaaaaaaaaargo. A nadie se le mueve un pelo. Por suerte los bocinazos son de a uno. No se pone a sonar la cola entera de autos, sino solo el primer afectado. Es una suerte.
Pero todos los sonidos son tapados por el bramido de muchos motores en diversos puntos de la ciudad, de la cercanía de donde uno se encuentre: son los generadores de electricidad. Haití, Port-au-Prince en particular, no tiene electricidad y cada uno que puede, se agencia un generador. Cuando se apaga uno que se siente a 50 metros al oeste, se enciende otro al este al mismo tiempo que otro al norte y así…
Y luego están los sonidos que no se oyen pero se ven: las caras de los negros sufrientes que deberían estar gritando, la pobreza que lastima, la basura que prepondera entre los nenes, la esclavitud que no termina de irse de Haití.
Y lamentablemente, no se oyen tambores vudús llamando a la rebelión.

martes, 20 de septiembre de 2011

02.- Actualización

Llevo en Haití algo más de 48 horas. Me encontré con algunas cosas que esperaba o suponía (especialmente del trato de las personas del lugar) y con algunas otras que me sorprenden mucho.
Para empezar, el tema de la gente armada me pone mal, me pone en alerta y no me gusta. Al menos he podido zafar de la custodia personal, que me enteré que para mí no es obligatoria sino una atención que me hacen. Qué suerte. No la quiero. Así pude hacer un par de cuadras sola, decidido por mí y listo. Ojalá pueda hacerlo en la ciudad, en el mercado sin perder el cuidado que a lo mejor merece. Será para otra descripción.
Fui al supermercado a hacer mi primera compra de víveres. Hay uno solo, creo, que se llama “Giant” que tiene sus consabidos guardias en la puerta (siempre negros, claro, como la mayoría de la población) y en el interior de un edificio de 4 pisos (departamentales) un frío reconfortante. Todas las góndolas están llenas de todo, lo que uno quiera y/o necesite, de la marca que uno quiera. Jugos de Sudáfrica, huevos de Dominicana, quesos franceses, yogures con y sin azúcar, productos con y sin grasa, helados de cualquier sabor, condimentos de la India, de México, aceite argentino, cacerolas de Brasil… de todo. Yo no sé qué elegir. Así que me llevo un aceite Arcor de maíz, uno chiquito de oliva español, una nutella, unas bananas de no sé qué país, jamón de Francia,  un pedazo de cordero de EEUU y nacional, agarro huevos, un mango y un pollito raquítico.
Me vengo a hacer mis primeros mates con una tetera, no me traje la pava. Voy a dormir sola en “mi casita” por primera vez. Llego, pero no hay agua. Parece broma. Pero me consiguieron un teléfono celular. Y no hay internet. Me voy a lo de los amigos a bañarme y a comunicarme con mi gente. Lo hago y por fin vuelvo al depto. En donde hay agua e internet. Bien.
Pero al día siguiente por la mañana no hay más agua ni internet. Pero me prometen que por la tarde llegará todo y es más o menos así. Hoy estoy chinchuda, no estoy de humor. Me siento culpable de estar en esta situación de incomunicación. Todo cosecha propia, no hay nadie para que me haga sentir así. Estoy sola, sola…
Pienso en lo que vi en estas horas: la plaza de Puerto Príncipe como un… no “como”: es un campamento de desplazados por el terremoto que ya pasó hace más de un año y medio. Muchísima pobreza. Es el país más pobre de América Latina. Y debe ser el más explotado de la historia. Es increíble cómo han arrasado con la naturaleza y con la gente. Desde siempre. Desde que Colón desembarcó acá. Y luego los franceses. Y los ingleses, y dale los españoles, y los yanquis y las dictaduras, y el FMI… todo hecho mierda “à jamais”. Creo que esto es irrecuperable.
Me gustaría la próxima vez escribir sobre zombis y vudú, a lo mejor es más divertido y da menos miedo, menos trágico…

01.- Primeras impresiones

Ya llegué. Haití es un país… no puedo decir en realidad cómo es. Tengo algunas primeras impresiones que tal vez reafirme al cabo de 3 meses o no. Seguramente no dejarán de ser pequeñas impresiones u opiniones sobre una realidad inmensa en la que viviré durante ese tiempo.
Al llegar, el avión entra por la parte que da al mar, la parte baja de Puerto Príncipe. Sobrevuela una buena parte de la ciudad y todo lo que se ve correspondería a lo que para nosotros sería una villa miseria. Todas casitas de chapa, ordenadas, muy pobres. No se ve ni una construcción sólida, ningún edificio o cosa similar. La playa que se percibe es fea, sucia, llena de barquitos pequeños que, según me dijeron, son de pesca artesanal. No hay pesca verdadera en Haití, un país que tiene de todo en el mar, sin explotar.
Se abre la puerta del avión, pero tenemos que esperar, todos de pie mientras no sé qué y finalmente bajamos a un calor abombante, denso, húmedo. Nos hacen subir a un bus, uno solo en donde tenemos que entrar todos muy apretados y bajamos a una especie de galpón, con un toldo que hace de galería que dice “bienvenue à Haiti”. Todas las personas son negras y hablan en créole, un idioma muy difícil de entender (al menos todavía). Yo esperaba que tuviera mucha más mezcla de francés, pero sólo algunas palabritas mechadas. (luego vi una publicidad, con unos muchachos con una cerveza “prestige” en la mano y que decía en créole: “bo tam, move tam, toujou prestige”. Excelente! jajaja)
Paso a migraciones, un morocho (mmm… negro en realidad, jajaja) me pregunta si es la primera vez que estoy en Haití. Entonces, ¡bienvenida! Declaro mis cosas en la aduana (la compu, las cámaras) me lo sellan y me lo quitan. No sé para qué declaro las cosas que no me dejan constancia de que las entré.
Paso a buscar las valijas en dos cintas que hay dentro del galpón y hay muchísima gente esperando. No hay carteles ni nadie que indique por donde van a salir. Arranca una y la otra al rato. Tiran las valijas en las cintas como si fueran otra cosa, sin cuidado. Incluso una silla de ruedas que se rompe. Nadie se inmuta. Recogen el pedazo y sigue girando. Levanto el equipaje y salgo a donde me están esperando. Charlamos en la camioneta (siempre 4X4) y me invitan a comer a un restaurant italiano. En el camino, que es muy precario, lleno de pozos y banquinas que invaden el asfalto, hay muchísimos autos. A pesar de que es domingo. Todo Puerto Príncipe es pobre y está lleno de campamentos de gente que quedó sin hogar por el terremoto. Esto, son amontonamientos de carpas de plástico muy precarias con baños químicos acá y allá. Llegamos al lugar para comer y en la calle donde se estaciona el chofer para dejarnos (él nos espera en la entrada, no viene con nosotras) de un lado está un campamento (terrible) y en frente, donde nos metemos, un guardia del restaurant con un arma larga. Es espantosa la sensación que me produce. Me pone mal. ¿Tendré que cambiar? ¿Me pasará de largo esta situación de ver que hay personas armadas, todas cuidando de los blancos? Fatal. Me hizo acordar a un extracto de “El reino de este mundo” que leí recientemente, en donde el personaje central, un esclavo, descubre que en donde se está construyendo el palacio del rey (un negro quien él mismo había sido esclavo y se autoprocalama rey), los esclavos son maltratados por otros negros, armados y beligerantes. Por todos lados veo gente armada. Parece ser que la situación es difícil, por llamarla de alguna manera. ¡Es que hay tanta necesidad descubierta!
En fin, vamos a ver lo que será mi casa, un departamento a estrenar, muy lindo y me recibe el dueño, Monsieur Thompson. Un negro de unos 60 años muuuuy amable que me muestra todo y que vive arriba. No suelen ser serviciales los haitianos, me dicen. Él lo es. Pero falta la conexión del gas, del internet y mi teléfono celular. Todo está comprendido en el alquiler. Así que me voy a la casa de un aconocida. Estoy muerta de cansancio y apenas son las 5 de la tarde. Así que nos vamos, me comunico con Éric, Manuel, mis viejos. Las casas “buenas” están en lo alto, en Petion-ville, desde donde se ve el bajo y donde circula una brisita deliciosa. Todo es mejor en el alto, pero tener que bajar a trabajar, significan más de una hora de ida y otra de vuelta.
Por ese primer día, nada más. Ceno y me voy a desmayar a la cama.