jueves, 20 de octubre de 2011

15.- El nombre que dice

Podríamos decir que los haitianos son los uruguayos del habla francesa. O los mexicanos, por qué no.
En Argentina nos sorprenden los nombres que portan en Uruguay porque –al menos hasta hace muy poco- a nosotros sólo se nos permitía los del santoral. Y los vecinos del Río de la Plata se llaman Wilson, Nuble, Washington y Franklin. Pero van más lejos aún y se registran nombres tales que: Flash, Pejerto, Democrático Palmera, Feo Lindo, Walt Disney, Daniel Pistola y Libre Albedrío, por citar algunos.
Recuerdo que estando en México, en la escuela secundaria estudiábamos el inciso que en la constitución enunciaba la libertad de elección del nombre del hijo. Así, nos contaba el profesor, un poco divertido y un poco amargado por la “ignorancia” de sus compatriotas, que a un niño le habían puesto por nombre “Onedollar” (sí: one dollar todo junto). Otro niño se llamaba “Viva México” y así.
Imagino esos niños con su documento en la mano con nombre y apellido, anotados legalmente en el registro civil.
Pero en Haití, no toda la gente tiene la suerte de poder anotar al recién nacido puesto que para eso hay que pagar. Así que la mayoría satisface su deseo en su totalidad y le pone a sus hijos como se le da la gana.
Entonces se encuentran muchos “Voltaire” o incluso “Robespierre” e invariablemente uno piensa en revolución y rebelión.
En su mayoría los nombres de varón son franceses y compuestos: Jean-Louis, Jean Marc, Louis Philippe, etc.
He notado, en cambio, que las mujeres tienen más nombres españoles, franceses o ingleses: Fabiola, Eveline, Malory, Sabine, Sheyla, etc.
Luego están los nombres autóctonos que son una mezcla de quién sabe qué lenguas y que son inventados según el individuo, aunque no tengan un significado concreto. Por ejemplo, algunos nombres de mujer: Mitza, Wena, Wina, Tarcilia, Nirva, Choupite, incluso Chimen que en créole quiere decir camino.
Y de varón: Dadou, Previlon, (ojo con este) Fenol (es el nombre de un alcohol muy utilizado en la industria), Wisby. Conocí un muchacho que se llama Riclés y ese es el nombre de un medicamento para la indigestión (vas a la farmacia y pedís “deme un Riclés menthe” cuando no das más de los vómitos o del ataque al hígado).
Y también están las combinaciones, la unión de dos palabras para dar el nombre. En esta asociación encontramos lo que queramos, o lo que hayan querido los padres, por ejemplo Assefy (bastante niña) o Assegasso (bastante niño) en créole.
Pero lo que me ha dejado azorada son los nombres que estarían en esta categoría de unión de dos palabras pero que la primera de ellas es la palabra “Dios”.
Así tenemos los siguientes nombres:
Dieuseul (Sólodios)
Dieubéni (Diosbendito)
Dieufaite (Dioshace)
Dieuvenu (Diosvino)
Dieujuste (Diosjusto)
Dieudonne (Diosda)
Dieusibon (Diostanbueno)
Y en Créole, Dyela (que en francés hubiera sido Dieuestla, o sea Diosestáaquí) y Mesidye (Mercidieu = Graciasdios).
Y lo que quieran con Dios. Diospromete, Diosda, Diosgracias, etc., hasta llegar a un simple y llano “Dieu” (Sí: Dios. Imagino que en alguna situación alguien le puede decir: “pero ¿quién te creés que sos? ¿dios?”)
En todos los casos de los nombres se le puede anteponer el prefijo “Ti” que significa pequeño (del francés petit) y haría un diminutivo.
Ti Noel. Ti Malice. Ti Jean-Louis.
Resta saber quiénes se llevan las palmas en el ingenio de los nombres: uruguayos, mexicanos o haitianos.

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