Llevo en Haití algo más de 48 horas. Me encontré con algunas cosas que esperaba o suponía (especialmente del trato de las personas del lugar) y con algunas otras que me sorprenden mucho.
Para empezar, el tema de la gente armada me pone mal, me pone en alerta y no me gusta. Al menos he podido zafar de la custodia personal, que me enteré que para mí no es obligatoria sino una atención que me hacen. Qué suerte. No la quiero. Así pude hacer un par de cuadras sola, decidido por mí y listo. Ojalá pueda hacerlo en la ciudad, en el mercado sin perder el cuidado que a lo mejor merece. Será para otra descripción.
Fui al supermercado a hacer mi primera compra de víveres. Hay uno solo, creo, que se llama “Giant” que tiene sus consabidos guardias en la puerta (siempre negros, claro, como la mayoría de la población) y en el interior de un edificio de 4 pisos (departamentales) un frío reconfortante. Todas las góndolas están llenas de todo, lo que uno quiera y/o necesite, de la marca que uno quiera. Jugos de Sudáfrica, huevos de Dominicana, quesos franceses, yogures con y sin azúcar, productos con y sin grasa, helados de cualquier sabor, condimentos de la India, de México, aceite argentino, cacerolas de Brasil… de todo. Yo no sé qué elegir. Así que me llevo un aceite Arcor de maíz, uno chiquito de oliva español, una nutella, unas bananas de no sé qué país, jamón de Francia, un pedazo de cordero de EEUU y nacional, agarro huevos, un mango y un pollito raquítico.
Me vengo a hacer mis primeros mates con una tetera, no me traje la pava. Voy a dormir sola en “mi casita” por primera vez. Llego, pero no hay agua. Parece broma. Pero me consiguieron un teléfono celular. Y no hay internet. Me voy a lo de los amigos a bañarme y a comunicarme con mi gente. Lo hago y por fin vuelvo al depto. En donde hay agua e internet. Bien.
Pero al día siguiente por la mañana no hay más agua ni internet. Pero me prometen que por la tarde llegará todo y es más o menos así. Hoy estoy chinchuda, no estoy de humor. Me siento culpable de estar en esta situación de incomunicación. Todo cosecha propia, no hay nadie para que me haga sentir así. Estoy sola, sola…
Pienso en lo que vi en estas horas: la plaza de Puerto Príncipe como un… no “como”: es un campamento de desplazados por el terremoto que ya pasó hace más de un año y medio. Muchísima pobreza. Es el país más pobre de América Latina. Y debe ser el más explotado de la historia. Es increíble cómo han arrasado con la naturaleza y con la gente. Desde siempre. Desde que Colón desembarcó acá. Y luego los franceses. Y los ingleses, y dale los españoles, y los yanquis y las dictaduras, y el FMI… todo hecho mierda “à jamais”. Creo que esto es irrecuperable.
Me gustaría la próxima vez escribir sobre zombis y vudú, a lo mejor es más divertido y da menos miedo, menos trágico…
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