miércoles, 28 de septiembre de 2011

10.- La gallina y la denuncia

Estaba sentada en el sillón, tratando de conectarme a internet y sin lograrlo. Sabía que no iba a poder, porque el dueño de Casa (el inefable Thompson) me había mostrado que el cable que alimenta mi modem había sido cortado por impericia del electricista. De todos modos trataba, esperando algo mágico que hubiera traído la reparación en el transcurso de la madrugada. Y nada sucedía. Entonces con unos mates me dispuse a bajar las fotos que había tomado el día anterior, un día de tedio en la oficina, cuyo acontecer más “interesante” fue un camión de la MINUSTAH parado debajo de mi balcón.
En ese momento apareció ella: una gallina colorada se metió por la puerta-ventana del comedor de casa y empezó a caminar en mi dirección un par de pasos (que traducido en centímetros debieron ser unos 20) cuando se percató de mi presencia. Con una indignación clásica de una gallina empezó a cacarear (¿se puede decir a los gritos?). Me quedé paralizada por un momento, sorprendida, intentando salir del ensimismamiento de mi tarea y se me ocurrió sacarle una foto. ¡Para qué!... se subió a la mesada, la pileta, y cacareaba tan fuerte (debería ser una gallina estelar y pensó que yo era un paparazzi). Insultaba en un lenguaje incomprensible, quiero decir, yo no entendía por qué esta ave estaba en ese estado, al fin y al cabo ¡solo estaba sacando una foto… y en mi casa! Por un momento pensé que alguien iba a poner una denuncia en contra mío por malos tratos, tal era el escándalo del gallináceo.
No se puede ver el escándalo pero sí la desfachatez
Y me di cuenta, rápidamente porque soy muy viva, que eso no era posible por unas sencillas razones, a saber:
Para empezar, no creo que haya un lugar en donde poner una queja de ese tenor, ya que no existen instancias para los humanos que quieren denunciar, por poner el caso, una violación o abuso. Algunas ONG tienen, dentro de sus campañas en otros aspectos de la salud, un espacio para víctimas de abuso. Se reparten folletos por promotores de salud (haitianos voluntarios) que les cuentan qué dice ya que la mayoría no sabe leer y qué hacer en caso de. Deben acudir a una de estas salitas y pronunciar la “palabra clave” y con esto solo, la víctima es conducida a especialistas que le brindarán el apoyo correspondiente, incluido el legal y el sanitario. La palabra clave, en créole es “mwe fi” (mujer). ¡qué sintomático! Es fácil deducir que los abusos son permanentes y hacia las mujeres.
Otra razón sería que no hay un registro civil para las personas. Bueno, sí lo hay, pero es pago. O sea que para anotar el nacimiento de un niño hay que pagar, por lo cual, la inmensa mayoría decide no anotar a sus hijos, y así no tienen derecho a un nombre legal y registrado. (¿Entonces, existe o no existe el registro civil?)
También pensé que la tasa de mortalidad infantil es del 57 por mil (exorbitante) basado en cifras oficiales, o sea que ha de ser mucho mayor.
Y además, cerca del 50% de la población es analfabeta, lo que complicaría las cosas al momento del papeleo.
Así que me decidí a empuñar la escoba (agarrarla con la mano me pareció una hazaña inútil. Nunca había visto un animal tan feroz y harisco. Y eso que he visto muchas de éstas) y la ayudé a volver al balcón, no sin dejarme la cocina hecha una  porquería.
Y se fue. Balcón abajo, varios pisos.
El individuo (o individua) antes del vuelo suicida. Se marcha indignada.

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