Cada mañana despierto con la intensión de que las cosas funcionen más o menos normalmente, como establecer una rutina similar a la que tengo en Buenos Aires. Para eso puse el despertador (el celular, en verdad) a las 8, sabiendo que me voy a despertar sola una hora antes para tomarme la T4 y seguir un rato hasta que suene la alarma. Pero, me despierta la voz del dueño de casa que me grita por la ventana “Véronique! Véronique! Tu es là?" Grito desde el fondo “oui, une minute. J’arrive!” Simplemente quiere ver que no me haga falta nada, que todo está en orden. Se disculpa de verme con la cara de almohada y se va…
Entonces pruebo si hay agua caliente en el lavabo del baño. Abro La canilla que tiene la letra H (“hot”) y pruebo: sale caliente. Intento lavarme la cara y está hirviendo. Quiero mezclarla con la fría (la que tiene la “C” de “cold”) pero, no tengo suerte, también tiene agua a 95°C. Bueno, no importa. Dentro de un rato, después de los mates, me ducho.
Hago 3 tostadas, pongo agua en la tetera (símil pava), saco el dulce de moras “bonne maman” y la manteca. Pienso: esto no es normal. Nunca me hago tostadas y lamentablemente no consigo mermelada francesa y ni siquiera de moras. Tampoco tomo un vaso de jugo de Sudáfrica (guayaba, maracuyá o naranja). Mientras se calienta el agua (de bidón, no me vaya a dar cólera) y el pan está en el comal, busco en la radio alguna emisión que no sea RFI, alguna local que me cuente qué está pasando. Las AM se oyen mal entonces me aboco a las FM. Empiezo desde la derecha y me quedo simplemente en las que se sintoniza bien. Salteo las que tienen música y me quedo en las que hablan. Algunas hablan mezclado créole y francés y no entiendo nada, sigo de largo. Me detengo en las que entiendo más, y a esas las marco. Pegué una tela adhesiva en el dial y voy marcando las que a esa hora, antes de las 8 tienen informativos locales. Me canso un poco y cambio, me detengo en las publicidades. “vouz avé des pwoblem pouw faiw la pipi? Vou avé des pwoblem do pwostate? Pwoblem d’impuissance sexuelle? Venez à la Clinique…” (tiene problemas para hacer pipí? Tiene problemas de próstata? Problemas de impotencia sexual? Venga a la Clínica…) todo a los gritos, alternando voz de mujer y varón con una cortina de fondo que me parece más bien para un informativo. Me causa gracia. Especialmente lo de “la pipi”. Cambio. Una tiene música clásica. Me quedo un rato. Finalmente vuelvo a las informaciones locales para irme a bañar.
Entro a la ducha, abro la canilla “H” y sale fría…. Miro el termotanque (uno pequeño eléctrico que está en las puertitas debajo del lavabo, de dos galones que a mí me alcanzarán perfectamente, todos saben que me baño en tiempo récord) y creo entender que funciona. Insisto, pero el agua sale fría. Me baño con agua fría. Imagino que los alaridos se oirán desde lejos, pero me parece que así uno sufre menos.
Luego busco al solícito Max, que siempre me pregunta si todo está bien, porque como este departamento está a estrenar, soy el conejillo de indias. Le explico lo que pasa con el agua de la ducha y pasa a constatar los hechos. Prueba con la “H” y efectivamente sale fría. Prueba con la “C” y sale calentita. Y me explica que seguramente han invertido las convenciones de Caliente a la izquierda porque vieron que la “C” correspondería seguramente a “Chaud”. Pienso que mañana me voy a bañar con agua tibia y me alivio. Pero mañana, la “C” no tenía agua caliente. Ni la “H”. Y estaba más fría que ayer. “Max, el agua” “es que hoy no había electricidad bien temprano”. Pienso que al día siguiente será el bueno.
Ahora, cambio el dial de nuevo para volver a la realidad local, no a la música de reyes (aunque aquí están tan presentes) y voy a una de las marcas de radios locales y Aznavour me canta y me encanta. Soy mersa, lo acepto. Viene una seguidilla de franceses que me gustan, “de mi época”.
Me preparo, doy vueltas, ordeno, barro, me fijo si hay internet (no hay).
Pronto vendrá la camioneta que me lleve a la oficina, que no está en Puerto Príncipe como había entendido, sigue siendo Pétion-ville, como acá arriba de la montaña. Puerto Príncipe es la zona del aeropuerto, la que está destruida.
Y entonces, tomamos el camino único que hay, que va lleno de autos, uno atrás del otro, una fila interminable y continua. Una serpiente metálica de eslabones independientes pero inseparables por ahora. Un tap tap se detiene para subir o bajar un pasajero. Todo se para, la víbora es segmentada pero pronto al reanudarse la marcha, volvemos a ser una sola cosa. Hasta que algún coche se descompone, y no se mueven ni un centímetro más. Donde paró, ahí queda. Prenden balizas, si les funcionan, y ponen una rama atrás, a modo de cono o esos triángulos luminosos.
Me imagino la vista desde un helicóptero y me figuro que se verá como ciertos gusanos al microscopio. Recuerdo en particular uno que en la facultad nos enseñaban a reconocer por la segmentación que presentaba, y así me imagino este inmenso gusano metálico eslabonado que se mueve mitad para arriba, mitad para abajo. Y si lo miramos de más arriba, será como un vaso sanguíneo, con flujo hacia un lado y hacia el otro (¿cuál lleva la sangre oxigenada y cuál la saturada de CO2?)
Finalmente desembocamos en la plaza principal, no sé si hay otra, pero que es un gran campamento de “deplacés” por el terremoto. Una villa improvisada provisoria definitiva. Carpas de plástico, muchos con el sello de quien donó el material (ONU, por ejemplo o UNICEF). Se ve la ropa colgada, signo indiscutible de que ahí viven desde hace un tiempo. Hay sillones, mesas que se ven recuperados de sus antiguas viviendas y que dentro de las carpas no tienen lugar. Cocinas o fuegos improvisados a modo de cocinas. Niños mocosos, baldes de agua, botellas, juguetes, ollas, zapatos. Todo a la vista.
Doblamos en una de las calles y toda la cuadra, de las dos veredas, está lleno de cuadros, pinturas de todos los tamaños y típicamente haitianas. Se ve al hombre que pinta, produce y produce, un cuadro atrás del otro. Calculo que debe haber unas 200 telas expuestas.
Y así llego a la oficina.
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